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Bares qué lugares!

BODEGA D’EN RAFEL

 

No puede faltar la Bodega d’en Rafel en las primeras entradas de esta web. Aquí he pasado horas junto con mis compañeros de trabajo evadiéndonos de la rutina. Si alguien viene a visitar la ciudad, le llevo a que conozca a Rafel y su bodega.

Siempre agradeceré a mi amiga y compañera Iria el día que me trajo hasta aquí. Desde entonces, yo sigo el mismo ritual y traigo hasta  este rincón a la gente con quien me gusta pasar buenos ratos.

La Bodega d’en Rafel lleva muchos años abierta. Durante los años 20 del pasado siglo fue un restaurante de caché, después una horchatería, más tarde se convirtió en Bodega y fue cambiando su nombre: La Bodega d’en Pau, la Bodega Terra Alta (por el vino de Batea que se servía aquí), y en el 2003 Rafel la adquirió y le puso el actual nombre.

La tipografía de su logotipo nos chifla, estética vanguardista y ya denota algo peculiar 

Una de las cosas que llaman la atención de su interior es la pared embaldosada. Mientras echas un trago de vermú puedes recrearte en la leyenda de Don Quijote de la Mancha que está dibujada en estos azulejos, como si de un cómic se tratara.
Estas baldosas llevan en la bodega más de 40 años, fueron encargadas a un artesano valenciano y, es posible, que sean únicas en el mundo. Nadie le ha dicho a Rafel que se hayan encontrado unas iguales por ahí.

 

Una fotografía en Blanco y negro nos transporta al Pirineo. Esta hace referencia al pueblo de origen de Rafel, Astell, en la Vall Fosca. Rafel es un sabio de su oficio, un profesional de lo que por ahí llaman customer service. Rafel se vale de su experiencia  por atender y compartir que no es lo mismo que servir. Sabe que lo importante es el trato a la gente y que todos somos iguales en cualquier momento de su jornada laboral, de 6 de la mañana a 12 de la noche.

Rafel y yo charlamos un rato, hablamos sobre el actual boom de la apertura de bodegas,  él cuenta que se hacen con el tiempo: Hay gente que hemos picado piedra durante muchos años y ahora parece que se han descubierto las bodegas, las montan como setas, corre el peligro de que estas pierdan su esencia.

Lo auténtico y lo genuino se puede pervertir y lo podemos derivar a crear lugares que se parezcan pero no son, lo genuino lo hace la clientela.

Se va añadiendo muchísima juventud a la clientela habitual que va mezclando con la mayor, parroquianos y no tan parroquianos van dibujando este nuevo paisaje de culto al vino y al vermú. Una cultura que poco a poco se va perdiendo en esta ciudad, a no ser que te vayas a lo que ahora llaman vinacoteca.

Hay clientes que dicen que cuando entras a esta bodega, se ve como gastada, se ve como que ha pasado muchísima gente y eso hace que sea Bodega. Nada es aséptico y perfecto. El desgaste confirma que estas paredes han sido testimonio de muchas vivencias.

¡No es perfecto! dice Rafel, los libros amontonados allí, las aceitunas por poner… Yo no me doy cuenta, porque estoy detrás de la barra pero es lo que dicen muchos clientes…

….Con la ley del tabaco ha mejorado mucho, los que fuman salen a la calle y hacen amistad. La gente lo ha entendido mejor que el gobierno y todos los que mandan.

La Bodega d’en Rafel custodia también parte de la historia del barrio donde se encuentra. En los años 60, la bodega era frecuentada por  un coro llamado «Los Castizos«, cuando aún se permitía cantar en los bares y esta bodega servía de refugio para la evasión de corear.

Cada día hay caracoles, tripa, callos, sardinas en escabeche, croquetas de jamón, pies de cerdo, pimientos del padrón, esqueixada…la lista es infinita y exquisita.

Los lunes se cocina estofado, los martes albóndigas, los miércoles fricandó y los jueves arroz. ¡Ningún día defrauda!

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